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Luz

¡Hola a todos! Hoy os traigo un relato escrito por mi que ha ganado el segundo premio del concurso literario de mi instituto. Se llama "Luz" y ocupa un par de páginas de word. Os lo dejo en la pestaña de mis historias y otras cosas, espero que os guste :)



LUZ



Cuando abro los ojos lo primero que veo es blanco. Una habitación de paredes blancas, sábanas blancas y una mujer vestida de blanco que me pregunta algo que no logro comprender, ¿mi nombre, tal vez? Sí, pregunta por mi nombre…

-No lo sé.- respondo frustrada.

-¿No lo sabes?- pregunta ella, extrañada, con una mueca de preocupación.

-No…

Me desespero, ¿Cómo me llamo? No puedo haberlo olvidado. No, el recuerdo está ahí, lo tengo en la punta de la lengua, pero no consigo llegar hasta él. La mujer de blanco me sigue mirando, me está empezando a poner nerviosa, quiero gritarle que me gustaría acordarme pero no puedo. Entonces se da la vuelta y sale de la habitación, diciéndome que espere. Me incorporo un poco en la cama blanca y noto un dolor punzante en la cabeza y el hombro, me doy cuenta de que tengo varios tubos enganchados al brazo y aparto la vista, horrorizada. ¿Qué ha pasado? Entonces una palabra viene a mi mente: “hospital” y otra más, “accidente”, pero eso no aclara nada, me ha pasado algo y ahora estoy en un hospital y la mujer… enfermera, sí, debe de haber ido a buscar un médico o a alguien de mi familia.

Familia. Empiezo a recordar, vislumbro la silueta de una mujer morena junto a un niño pequeño y a su lado un hombre bastante alto, pero no logro ver sus caras. ¿Mis padres? ¿Mi hermano? No puedo estar segura. La enfermera abre la puerta y viene acompañada de un hombre mayor, también vestido de blanco, que se sienta a mi lado.

-Soy el médico, necesitamos saber cómo te llamas. - me dice. - Has tenido un accidente y no sabemos nada de ti, llevas unas horas inconsciente y debemos contactar con tu familia.

La voz del médico es grave y fluida, me recuerda a la de mi padre pero no puedo hacer nada, no recuerdo nada. Cierro los ojos con fuerza para evitar que me broten las lágrimas y pregunto si me ha pasado algo grave con un tono que no consigo reconocer, ¿de verdad esa es mi voz? El médico dice que un golpe en la cabeza y una pierna rota pero no me da más explicaciones, sin embargo, me acerca un espejo para que me vea.

Tengo el pelo marrón y rizado, muy despeinado, y los ojos verdes. Sin quererlo, una imagen me viene a la mente y esta vez estoy segura de que es la cara de mi madre.

-Me parezco mucho a ella.

-¿A tu madre?

-Sí.

-Bien, progresamos, ¿recuerdas el nombre de tu madre?

-No, pero recuerdo su cara, es alta y delgada y coge de la mano a un niño pequeño. - digo sin pensar y me doy cuenta de que de verdad la recuerdo. Mi padre está a su lado y casi consigo verle, casi… De repente una sensación me atraviesa, como si me golpearan la mente con un martillo y la imagen de mi padre se borra inmediatamente, me llevo las manos a la cabeza y hago lo único que puedo. Grito. Abro los ojos un momento, lo suficiente como para vez al médico levantarse y enchufar algo a uno de los cables que llegan a mi brazo, noto como un líquido entra en mi cuerpo y caigo dormida casi al instante.

Estoy sumergida en niebla, es lo único que puedo pensar, camino despacio entre la niebla y solo me veo a mi misma, el hospital ha desaparecido pero todo sigue siendo blanco. Me duele la cabeza de una manera extraña, como si el dolor viniera de dentro y no de fuera. Aparto con las manos los jirones de niebla que se enroscan a mí alrededor y descubro que detrás de ellos hay imágenes. Solo que no son simples imágenes, son recuerdos.

Veo a mi madre de la mano de mi hermano otra vez, veo una puerta roja medio abierta y un pasillo detrás, pintado de azul cielo, estanterías y más estanterías repletas de libros cuyos títulos me suenan pero no consigo recordar. Veo también un parque con columpios y un tobogán, árboles y un gato atigrado que se frota contra mis piernas cariñosamente. Cuando más avanzo, más cosas veo pero también me cuesta más seguir adelante, me va a estallar la cabeza y mis piernas casi no soportan mi peso. Ahora veo a mi familia de nuevo. Con un último esfuerzo aparto la niebla que cubre la cara de mi padre y por fin me acuerdo de él antes de caer al suelo. ¿Se puede estar inconsciente dentro de la inconsciencia? Tampoco hay suelo donde caer así que en realidad me desplazo hacia lo que creo que es abajo mientras las lágrimas me humedecen las mejillas. Me duele. Pero debo intentar recordar, no puedo quedarme para siempre en este sitio sin volver a ver a mi familia, a mis amigos… pero la niebla es tan tranquilizante… ¿Cuánto tiempo llevo en ella? casi podría seguir con los ojos cerrados y dejarme arrastrar para siempre…

Abro los ojos de golpe, no puedo desistir. No puedo. Tengo una vida y no pienso dejarla ir tan fácilmente, tengo fuerza de voluntad.

Noto como la niebla empieza a disiparse a mi alrededor y me pongo en pie, sigo caminando ignorando el dolor todo lo que puedo y viendo más imágenes: mi padre sentado en un sillón de cuero antiguo, una chimenea encendida, una habitación pintada de verde… mi habitación, mi estantería, mis libros, montones de libros que he ido acumulando a lo largo de los años, historias que he leído una y otra vez, sin cansarme, personajes que me han enseñado a no rendirme nunca. Aunque parezca egoísta, es el recuerdo de mis libros el que me impulsa a dar un último paso en la niebla y de pronto, al apartar los últimos jirones, la nitidez y las imágenes invaden mi mente. Unos rayos atraviesan el blanco y me ciegan un instante, ahogo un grito antes de darme cuenta de que es la respuesta que tanto he estado buscando. Lágrimas de felicidad inundan mis ojos y ya sé quién soy, ya sé dónde vivo, ya recuerdo a mis padres, mi hermano pequeño, mis amigos. La niebla se va del todo y entonces abro los ojos, esta vez en la realidad. Ya no me duele la cabeza, al menos, no por dentro.

La habitación blanca ya no parece la misma, el color ya no me hace daño, el médico se ha ido y la enfermera permanece a mi lado, al parecer concentrada en el aparato al que se enganchan mis cables. Me incorporo deprisa y noto el dolor de mi hombro, pero sonrío, porque es un dolor físico que me recuerda que ya no tengo que temer al dolor metal. La enfermera me dice que no me levante y me ayuda a colocarme en la cama pero no la hago caso, solo puedo pensar en una cosa.



-Luz… - digo con una alegría que hace unos momentos hubiera creído imposible.- Me llamo Luz…

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